martes, julio 08, 2014

El gorrón



Martin A. Nowak es uno de los más señalados expertos mundiales en evolución y teoría de juegos. En su ensayo Supercooperadores (Ediciones B, 2012), explica cómo la dimensión cooperadora es clave para la teoría evolutiva, cómo «la cooperación es el arquitecto de la complejidad viva», «cómo las mayores recompensas proceden de tener muchas interacciones productivas, es decir, cooperativas». Nowak ha rastreado la mejor estrategia a la hora de decantarnos por la cooperación o la competición en situaciones en las que nuestra decisión depende de la que tome el otro y viceversa. Disponemos de cuatro modelos de comportamiento para habitar la convivencia: el cooperador, el competitivo, el gorrón y el primo. Me interesa sobre todo la figura del gorrón, del desertor, del parásito, del tramposo, del egoísta, del que utiliza la defección para beneficio propio a sabiendas de que perjudica a todos los demás y deprime el ecosistema. La tentación del gorrón es directamente propocional a los niveles de cooperación, de ahí su complicadísima eliminación. Si existe mucha cooperación en el tejido social, el desertor obtendrá elevados beneficios no cooperando. Si decrece el número de gorrones, aumenta la cooperación, y al aumentar la cooperación, la tentación de convertirnos en gorrón se multiplica exponencialmente. Entramos en un círculo sin salida. 

La pregunta es pertinente. ¿Se puede neutralizar la conducta del gorrón?  La respuesta es desoladora. Siempre habrá gorrones, siempre habrá alguien que trate de encontrar un beneficio privado conculcando una norma que sin embargo es respetada por los demás (el gorrón no saca tajada sólo por vulnerar la regla, sino que necesita indefectiblemente que sus congéneres la cumplan y por tanto asuman los costes). En la historia evolutiva siempre se enlazarán fases de cooperación y deserción. Ahora bien, se puede amortiguar la presencia de gorrones si logramos que la dimensión  ética tenga más centralidad en la vida de las personas (la ética es incluir a los otros en mis deliberaciones, insertar en mis juicios hipótesis sobre qué ocurriría si mi conducta es reproducida por todos los demás y actuar en consecuencia), si activamos la reciprocidad, si existe una perspectiva de represalia que funcione como mecanismo disuasor.  Nowak realizó un informático juego de probabilidades en la evolución de la cooperación para descubrir cuál sería la mejor estrategia a emplear para edificar ecosistemas cooperadores en los que conviven conductas rivales. La mejor estrategia  para la construcción de la comunidad fue la bautizada como Tit for Tat Generosa. Esta estrategia siempre responde con cooperación a la cooperación, y cuando se enfrenta a la deserción, coopera en uno de cada tres encuentros. «No olvides nunca un buen giro, pero de vez en cuando perdona uno malo». Se trata de ser cooperador con quien lo es y castigar a quien no lo es, pero de vez en cuando indultarlo para que se incorpore a las filas de la cooperación.  «No dejar que el oponente sepa con exactitud en qué momento se va a ser bueno con él».  Esta es la estrategia para minimizar al gorrón, no para erradicarlo. Cuanto más cooperadora sea una comunidad, más tentadora resultará la opción desertora. Aunque si te descubren también será mayor la sanción social.  El gorrón evalúa todos los pros y contras de su posible conducta. Y actúa o se inhibe.  A veces en décimas de segundo. A veces en frías, taimadas y calculadas estratagemas.